Hoy alguien me ha dicho que conocía a una persona que, independientemente de la situación del momento, se detenía a contemplar el anochecer. Yo ahora me pregunto, por qué la naturalidad del amanecer que no es sino naturalidad del ser, se ve sesgada por la inmediatez, la velocidad. La espera se ha visto reducida a una mera coincidencia, un infortunio. He de contemplar, sentado, sin que nada ocurra en mi organismo por un casual: he perdido un autobús, estoy buscando a alguien, no han abierto el supermercado. La espera se me hace, sin embargo, algo maravilloso. La naturalidad del anochecer. Cuando esperamos a propósito, no nos distraemos, cuando esperamos a propósito, tenemos ese propósito. El propósito de ver el sol dormir que, aunque creamos que no hacemos nada salvo observar, viene a nosotros la reflexión, la admiración de la vida misma, que nace y muere cada pocas horas y que no nos dignamos a contemplar, por una supuesta falta de tiempo traicionera. El amanecer se ha ido. E
Botecillo para Marina. Después de una pausa meditativo reflexivo personal acarreada por la cuarentena y sus dramas, he decidido hacer algo que no sea comerme la cabeza (Jorgito merci nen). Así que he cogido un bote viejo de bastoncillos que tenía por casa y con mis dedos torposos lo he pintado. Una vez este bote hippieado y listo para darle una segunda vida, he pensado que su segunda vida podría ser más útil y más bonita que la de decorar. So he pensado que voy a escribir mensajes para Marina hasta el día 1 de agosto, día en el que vamos a convivir durante catorce noches juntas. Marina está hecha de luz, y la cosa es que me encantaría verla más a menudo. Solo nos vemos en manifestaciones la verdad y sin embargo hablamos todos todos los días, Eres muy importante para mi, no sexual lo juro. Así que abro mi bote de mensajes y poemas que, con suerte, podremos quemar en la hoguera de este año. Gracias por dejarme convivirte, hoy creo que te quería agradecer.